La llegada de GPT-5 generó una gran ola de expectativas. OpenAI lo presentó como una mejora significativa respecto a GPT-4, prometiendo mayor precisión, más capacidad de razonamiento, mejor desempeño en programación y un modelo menos propenso a “alucinar” o inventar información. Según la propia compañía, se trataba de un paso más hacia la inteligencia artificial general, capaz de desenvolverse como un experto en cualquier tema.
El anuncio estuvo acompañado de una campaña de marketing muy fuerte. En conferencias y redes sociales, se mostraron ejemplos llamativos: creación de sitios web completos a partir de una simple instrucción, redacción de textos especializados y mejoras notables en tareas técnicas. Todo esto, sumado a frases como la de su CEO, Sam Altman —quien comparó la experiencia con “hablar con un experto con doctorado”—, elevó la expectativa a niveles muy altos.
Sin embargo, después del entusiasmo inicial, comenzaron a aparecer opiniones más matizadas. Usuarios habituales de ChatGPT notaron que, aunque GPT-5 puede ser más rápido y eficiente en ciertas tareas, en otros casos se percibe como más “frío” o incluso “más tonto” que su predecesor. Algunos desarrolladores y profesionales que trabajan de cerca con IA han comentado que, si bien el modelo muestra mejoras puntuales, no siempre se siente el salto cualitativo que se promocionó.
Expectativa vs. experiencia real
Uno de los puntos más comentados es que, en determinadas conversaciones, GPT-5 parece limitarse más y ofrecer respuestas más generales, probablemente por los ajustes de seguridad y reducción de riesgo de errores. Esto puede ser útil para evitar información incorrecta, pero también puede hacer que las respuestas se sientan menos profundas o menos creativas que en versiones anteriores.
También hay que mencionar el impacto del cambio repentino para los usuarios que estaban acostumbrados a GPT-4o, un modelo con una personalidad más cálida y conversacional. La transición dejó claro que para muchos no solo importa la precisión técnica, sino también la experiencia de interacción. No es raro que una herramienta “más precisa” se perciba como menos útil si pierde cercanía o espontaneidad.
Lo que hemos visto en el sector
En nuestra experiencia observando proyectos y casos de clientes que experimentan con herramientas de IA, notamos un patrón recurrente: el lanzamiento de una nueva versión suele ir acompañado de una campaña que destaca sus mejores casos de uso, pero no siempre coincide con la experiencia diaria del usuario promedio.
Con GPT-5, por ejemplo, el marketing enfatizó las capacidades de programación y creación de contenido “casi perfectas”, pero en la práctica, el rendimiento varía según la tarea, el idioma, el contexto y hasta el tipo de interacción que se busca. En algunos entornos, el salto frente a GPT-4 es muy notorio; en otros, la diferencia apenas se percibe.
Más allá de la novedad
No se puede negar que GPT-5 representa un avance tecnológico importante, especialmente en la integración con otras herramientas, la velocidad de respuesta y la reducción de errores evidentes. Sin embargo, también es cierto que no siempre cumple con las expectativas que la propia campaña de OpenAI generó.
Para quienes trabajan en desarrollo web, marketing o producción de contenido, la conclusión no debería ser que GPT-5 “es peor” o “es mejor” que sus predecesores, sino que se trata de una herramienta con fortalezas y limitaciones, como cualquier otra. Su verdadero valor dependerá de cómo y para qué se use, y de si se ajusta al flujo de trabajo y objetivos de cada usuario o equipo.
Nuestra recomendación
Antes de tomar decisiones basadas en un lanzamiento de este tipo, conviene probar la herramienta en escenarios reales de trabajo, no solo en demostraciones o pruebas rápidas. Evaluar si realmente mejora la productividad, la calidad de los resultados y la experiencia de uso es clave para determinar si vale la pena adoptar la nueva versión de forma inmediata o esperar a que madure.
En definitiva, GPT-5 es un paso adelante, pero no necesariamente el salto revolucionario que algunos esperaban. La clave está en separar el ruido de la realidad y entender que, más allá de la campaña, toda actualización requiere adaptación, evaluación y un uso consciente para aprovechar su verdadero potencial.